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LA TERCERA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y SU IMPACTO EN LA REALIDAD LABORAL:

  • Jadur Muhammad
  • 1 abr 2015
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 23 sept 2021


Digital social media

Durante buena parte del siglo XX, más precisamente después de la década de 1950, el mapa laboral y los sistemas de producción empiezan a verse fuertemente afectadas por los avances tecnológicos y las nuevas formas de producción. Impulsados por la productividad creciente de los países más capitalistas y avanzados, se produjeron profundas transformaciones en la manera en que se entendía el trabajo y la producción hasta ese momento. Se llama tercera revolución industrial a la creciente automatización electrónica y digital que invadió los lugares de trabajo. Ésta especie de robotización de los sectores impactan en el desarrollo de los conocimientos de los miembros de la sociedad pero también imponen nuevos desafíos en términos de perspectivas de crecimiento, es decir, lo que nos da posibilidades de desarrollo implica llevar a cabo el desarrollo, lo cual muchas veces es frustrado por la falta de planificación general sobre los objetivos específicos, en otras palabras, la imposibilidad de clarificar el “qué” y el “cómo” y poder encuadrarlo en un horizonte temporal.


Éste nuevo orden productivo sumado a la apertura de los mercado y a la expansión acelerada de la globalización aumentaron las posibilidades de desarrollo en los países industrializados, ya que estos disponen de una mayor facilidad para adaptarse a los cambios como consecuencia de sus estructuras organizativas cada vez más “inteligentes” y ordenadas desde una perspectiva de visión global. Los cambios producen mareas de especulaciones sobre cómo será el trabajo y sus condiciones en un futuro cercano. Las empresas que suelen sortear de la mejor manera estos cambios, son generalmente, aquellas que poseen políticas claras para la administración de su personal, que les permita disminuir la resistencia al cambio y manejar con eficiencia las incertidumbres de sus colaboradores.


Ahora bien, podríamos pensar que a medida que aumenta el nivel tecnológico que facilita el trabajo, el individuo podrá ir mejorando la calidad de vida de su sociedad, ya que si al trabajo “sucio” lo hacen organismos “inteligentes”, se reduciría considerablemente su jornada de trabajo, aumentaría su posibilidad de desarrollo personal y más aun el dinero que se ahorran las organizaciones en utilizar productivamente la tecnología podría utilizarse para mejorar la educación de su planta, elevar sus competencias y así contribuir al bienestar social. Si bien postular esto va en contra de la actual sociedad de consumo, no sería una utopía tan inverosímil pero si tendría serias disidencias con la corriente del humanismo ecologista que se preocupa por la “huella digital” que el avance tecnológico va dejando en virtud del progreso y la evolución de los sistemas de producción.


Lo curioso de éste desborde de optimismo es que de producirse dicho orden, nos estaríamos acercando demasiado a los postulados generales del Marxismo y su lucha contra la alienación social del trabajo. Un individuo que ya no está sometido a los medios de producción ni a la actividad alienante del trabajo porque a las labores más duras la realizan las nuevas maquinarias que reducirán la carga tediosa y automatizante que degrada en la rutina diaria la libertad de los sujetos. Además consideremos que esto podría producirse sin la necesidad de apoderarse de los medios de producción ni abolir la propiedad privada. Sería como reafirmar el estilo socialdemócrata o de una democracia socialista que no se quede a mitad de camino sino que proponga una vía alternativa a los nuevos sistemas productivos y a la nueva realidad a la que el progreso tecnológico nos ha reducido.


Volvamos a la utopía no tan inverosímil. Según las teorías Marxistas más fuertes y ortodoxas, si cambiamos los medios de producción y sus relaciones, se produciría un cambio en la sociedad y en la manera de ver y entender el trabajo que ésta misma considera como indicada. También el individuo y la sociedad en su conjunto superarían la deshumanización a la que el capitalismo salvaje la somete. Lo que en el fondo expresan estas teorías es la necesidad de un cambio o superación del “reino de la necesidad” en el cual vivimos por un “reino de la libertad” que libere de una vez por todas al hombre del yugo asfixiante del trabajo rutinario y lo ponga en contacto de una forma más amigable con la naturaleza, ya no sirviéndose desproporcionadamente de ella para producir cada vez más, sino en una relación cordial que permita utilizar lo que se necesita, renovar lo que sea renovable y sobre todo tomar conciencia de que lo que se desperdicia hoy, será lo que las futuras generaciones verán como escaso o extinto. Aclaremos también que idealizar el avance ciego del progreso, sea cual fuere su naturaleza, va a producir por sí mismo una armonía de la humanidad es totalmente falaz y simplista.


Por último podríamos considerar algo interesante, que es como entendemos la globalización y el progreso o la revolución tecnológica según en qué lugar del mundo nos encontremos. Podríamos preguntando si el análisis del futuro y los cambios producidos por el tan ansiado progreso lo experimenta o entienden de la misma manera un obrero en Bolivia, un estudiante universitario en Francia o un agricultor en Brasil. Como asegurar que la revolución tecnológica de la que estamos absolutamente convencidos a nivel académico o productivo implica una mejora en el conjunto de las sociedades del planeta o que la nueva era digital y cibernética facilitaron la vida de una tribu en áfrica. Todos coincidimos en que la evolución de las comunicaciones facilitó los procesos de transferencia de información y que redujo en gran medida la carga de trabajo pero ¿podrá extenderse a todas las culturas?, ¿podrá la humanidad se homogénea y liberar realmente al hombre de la sumisión al trabajo para alcanzar un nuevo orden de justicia? O en realidad lo que se producirá será grandes oleadas de desempleo producto de que lo que antes hacían tres trabajadores y hoy lo hace una maquina con solo un operario, si será así, no queda claro todavía. Pero es una realidad que hoy en día pareciera visualizarse. De todos modos es un gran desafío para los nuevos administradores y los que poseen los medios de producción, un desafío en términos de responsabilidad social que piense en el bienestar social más que en la sed de ganancias, que vaya mas allá de la ventaja económica sobre bases de desigualdad y de posicionamiento abusivo del más fuerte sobre el más débil. El mercado podrá dejar de ser la selva donde el hombre come al hombre si el avance del progreso se fusiona a las distintas culturas y formas de vivir de cada sociedad en particular, cuestiones de las cuales estamos muy lejos todavía pero que no es imposible de lograr.

 
 
 

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