PARADIGMAS DE LA CUESTIÓN SOCIAL.
- Jadur Muhammad
- 1 abr 2015
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 23 sept 2021

Muchas son las autocriticas que parecen pertinentes cuando hablamos de la cuestión social, esa cuestión de raíces profundas que tienen que ver estructuras de flexibilidad nula, no es otra cosas que la desigualdad, la razón por la que un país es pobre y otro rico quizá sea la primera partícula que impulsó uno de los debates que preexistirán hasta el final de los días.
Cuando queremos empezar a cuestionarnos las causas profundas de éste problema, al parecer irresoluble para la humanidad, el sentido común nos interrumpe con una pregunta elemental, ¿Por qué los países pobres no hacen lo mismo con los países ricos? créame la sola idea de pensar contextualmente esa pregunta nos llevara a múltiples cuestionamientos. En primer lugar no esta determinado de una manera veraz y fidedigna cuál de esos métodos o políticas determinadas son las que los países pobres, en teoría, deberían aplicar para pareceres a los países ricos, y aunque los hubieras seria extremadamente complicado poder adaptarlas a las pertenencias geográficas, características y particularidades históricas de la cultura autóctona popular de cada país. La renta de un país no es determinada solo por una o dos variables, sino que intervienen múltiples factores que determinan pertenecer a las famosas categorías que se aplican en materia económica, esas categorías que incluyen las palabras, "desarrollo y subdesarrollo y países de renta alta y países de renta baja.” Todas estas terminologías son el eufemismo utilizado para debatir teorías económicas centenarias que aportaron a lo que hoy llamamos “sociedad de consumo”, sin poder resolver el problema central de la desigualdad. Menciono únicamente a las teorías económicas, excluyendo a las demás ciencias solo por una valoración personal, que está relacionada a una creencia procesal (como para ponerle algún nombre), en donde cada sistema debe hacerse cargo de la función que ocupa o el rol que cumple, ya no digo en la sociedad para no ser muy específico, sino de la humanidad.
En estos tiempo de capitalismo moderno y desgraciadamente ya desde hace siglos, el dinero se convirtió en el nuevo emperador de la vida del hombre, el dinero no como bien de cambio, sino como bien moral, el dinero adquirió una moralización de tal magnitud que debe ser regulado por el sistema que comprende los aparatos reguladores de la economía desde una mirada amplia e inclusiva que permita sentar las bases de la distribución compulsiva. No pedimos que no se moralice el dinero, somos inteligentes y sabemos que nunca va a ocurrir, es como pedir que todas las religiones se amiguen y sean una sola, ósea algo totalmente hilarante. Lo que si deberíamos o estaríamos en condiciones de exigir es que esos aparatos y sistemas sean totalmente transparentes, pero lejos estamos de ellos, es más estamos a la merced del mercado y de algunas tímidas intervenciones que sean necesarias según los teóricos y pensadores en materia económica. Por supuesto que plantear esta hipótesis con un ojo inquisidor responsabilizando exclusivamente a las ciencias economías y a ese gran universo económico global digital, si bien le cabe desde mi punto de vista un poco más de responsabilidad al considerarlo el brazo ejecutor que transformara las realidades, plantearlo de ese modo seria equivoca y poco seria. La solución no está a la vuelta de la esquina y si esta, igual tendríamos que llegar a esa esquina, por lo tanto es imprescindible del aporte de las demás ciencias para el desarrollo prospero de un país, lo que se traducirá en personas mas preparadas, educadas y productivas que conforman esa aldea global.
La economía va mas allá de las cuestiones del mercado o el intervencionismo estatal, tiene que ver con la gestión de los países, con la gestión del tiempo, esfuerzo y la vida de sin duda uno de los recursos más importantes de la tierra, el capital humano que hará posible esos proyectos. Crecimiento, desarrollo y progreso pareciera utopías inalcanzables y hasta a veces inexplicables, sobre todo, si para la mayoría de nosotros, estas palabras serian como sinónimos o no establecemos claras diferencias entre ellas. Las realidades sociales y esa cuestión social que tanto nos desvela, podrán sortearse solo mediante el avance de las competencias de las personas para poder expandirse a nuevas posibilidades económicas, que por un lado reparen los daños ya causados y la marginación social, cultural y política en todo el mundo, y que por el otro recurran a fuentes de energía renovables que no atente contra la biodiversidad del planeta a largo plazo, no será nada fácil, pero como quien dice, la esperanza es lo último que se pierde.
Dentro de la reflexión de Serge Latouche, un importante economista francés sobre el crecimiento de los países y el desarrollo de la calidad de vida, encontramos interesantes aportes sobre el impacto planetario de estos niveles de crecimiento ilimitados o de estas “ideologías del crecimiento”. Se plantea que todo éste crecimiento económico ilimitado produce grandes daños en nuestro medio ambiente. Esto se da, entre otras cosas, por cuestiones lógicas que responden a la renovabilidad de nuestros recursos naturales. Al ser éstos limitados y finitos, es imposible que no lleguemos a agotarlos dada la ambición de producir cada vez mas y con una avidez compulsiva de obtener mas y mas ganancias. Si bien el crecimiento per cápita de los niveles de ingreso de los ciudadanos de un país o sus niveles de producción individual, son indicadores de bienestar, no está aquí claramente identificado cuales de estos componentes, que hacen al desarrollo o crecimiento de los índices que miden la riqueza, provienen de los gastos destinados a reparar la salud de las personas de la propia población y los efectos de la “huella ecológica” que generan. Así un aumento en el PBI, esconde por otro lado, inconvenientes que pueden ser muchos más graves. La propuesta para cambiar esta lógica de crecimiento ilimitado es la del decrecimiento o desaceleración económica, es decir, producir cambios a nivel cultural y moral para entender que los recursos del planeta son finitos y así recurrir a fuentes de energía recursos que no atenten contra la biodiversidad .
Los artículos periodísticos e investigaciones que se hicieron sobre el cambio climático y los desafíos del desarrollo están estrechamente ligados a la teoría del decrecimiento económico propuesta por Latouche. En los diversos artículos periodísticos de la nuestra era, visualizamos como mediante las distintas mediciones e investigaciones realizadas por los organismos correspondientes como el “Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo” (PNUD), a través de su índice de desarrollo humano (IDH) y el “Panel Internacional de cambio climático” (IPCC), se pone en manifiesto las enormes dificultades que estos modelos de crecimiento ilimitados están causando a nuestro hábitat.
La degradación producida al medio ambiente y las consecuencias que esto genera, son casi similares a las que Latouche advierte cuando explica esta lógica del crecimiento progresivo, y sus propuestas son armoniosas con el cuidado y la responsabilidad con la que debemos tomar éstas cuestiones para tener niveles productivos que no extingan los recursos naturales ni generen más daños a nuestro medio ambiente.
Encontrar un equilibrio entre crecimiento económico y protección ecológica no debe ser nada sencillo. Dentro de las propuestas y argumentos expresados encuentro alternativas que se podrían evaluar para afrontar esta brecha existente. En principio pareciera que todos coincidimos en la importancia del cuidado del medio ambiente, aunque en lo pragmático no pareciera estar reflejado.
Las empresas dentro del sistema capitalista moderno, no pueden apartar los ojos del crecimiento y la facturación, están obligadas a adaptarse al ritmo del mercado o perecer. Esta adaptación se traduce en nuevas tecnologías y procesos cada vez más inhumanos y con tiempos estándares que maximicen ésos “beneficios”. Esta carrera contra con los cambios globales las obliga a dejar en un según plano los daños, aunque pequeños a escala individual, que generan en el planeta o en el ambiente en que se desarrollan.
Ahora bien, encaminarse en una lógica de decrecimiento considero que es casi imposible, si bien coincido en que sería una alternativa, considero que requiere de cambios profundos que de concretarse marcarían el fin del sistema capitalista, lo cual no será nada fácil, debido a los grandes intereses económicos y de explotación que las grandes corporaciones a nivel mundial no están dispuestas a resignar, más allá de que sea sus propias vidas las que está en juego.
Mi propuesta se orienta a fuertes controles, legislaciones de avanzada en materia ecológica y organismo de control incorruptibles que aseguren la aplicación de las normas. En fin, cosas que quizá hoy en día ya existen pero no funcionan como deberían. Esto es, desde mi perspectiva, porque esas ideologías del crecimiento ilimitado, responde a la lógica del sistema ultra capitalista, e instalar modelos de decrecimiento sería contradictorio con dicho sistema y por ello será resistido y se tornara inviable para los sistemas productivos de la actualizad. Así la moderación, la toma de conciencia y la responsabilidad por nuestro planeta, valores importantes sin duda alguna, sucumben ante las bases y los sistemas productivos modernos, al final de cuentas éstos no tienen almas ni sentimientos, sino que solo responden a la lógica del balance comercial y la rentabilidad de sus negocios. Lo que nos queda es preguntarnos, es el ultra capitalismo una variable liberal y tal caso de serlo, donde están sus raíces humanista? la respuesta será clave en el entendimiento de las variables que deterioran la humanidad y su entorno natural.
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